Me llamo Priya, y durante mucho tiempo pensé que tenía todo bajo control.
Tenía una carrera exitosa, un sólido grupo de amigos y una familia que siempre me apoyaba.
Mi vida no era perfecta, pero era mía, y me sentía orgullosa de ella.
Entonces llegó Ayesha, una persona que, a primera vista, parecía encajar perfectamente en mi círculo social.
Jamás imaginé que intentaría arrebatarme todo lo que tenía.
Conocí a Ayesha en un evento laboral.
Era nueva en el sector, y me pidieron que fuera su mentora.
Al principio no le di demasiada importancia.
Era carismática, ambiciosa y sabía relacionarse con los demás de una forma que hacía difícil ignorarla.
Nos hicimos amigas rápidamente y pronto comenzamos a vernos fuera del trabajo: tomábamos café juntas, asistíamos a eventos y compartíamos momentos con amigos en común.
Era fácil encariñarse con ella.
Pero había algo en su forma de ser que siempre me pareció ligeramente forzado.
Sabía cómo integrarse en cualquier conversación o situación de forma que acaparaba toda la atención, sin necesidad de ser explícita.
Solo cuando la presenté a mi novio Rohit comencé a percibir sus verdaderas intenciones.
Rohit y yo llevábamos más de un año juntos. No habíamos hablado de matrimonio, pero estábamos bien.
Nuestra relación era estable y basada en la confianza. No tenía motivos para dudar de su lealtad.
Al menos, hasta que Ayesha apareció en nuestras vidas.
Al principio todo parecía inocente.
Durante charlas casuales me preguntaba por mi relación con Rohit, con una curiosidad que en apariencia era genuina.
Pero sus preguntas se volvieron cada vez más personales, más incisivas.
Me decía que era afortunada de tener un hombre como él, que le encantaría encontrar a alguien que la tratara con el mismo cuidado.
Al principio lo tomé como un cumplido, pero algo dentro de mí se sentía incómodo.
Y entonces, una noche en la que yo salí con unos amigos y Rohit se quedó en casa trabajando, recibí un mensaje suyo que me estremeció.
Decía simplemente: “Hoy vi a Ayesha. Creo que ya no deberíamos verla más.”
Desconcertada, lo llamé de inmediato.
Cuando le pregunté qué había pasado, dudó antes de responder.
“Ella… me besó, Priya. No fue planeado. Simplemente ocurrió, y lo siento mucho.”
Sentí que el corazón se me rompía.
No podía creer lo que escuchaba.
Ayesha, la que consideraba una amiga, había cruzado una línea imperdonable. Y Rohit, el hombre en quien confiaba, lo permitió.
El dolor del engaño fue tan grande que me dejó sin palabras.
No sabía qué dolía más: la traición de Ayesha o la falta de límites de Rohit.
A la mañana siguiente me reuní con Ayesha.
Al principio lo negó todo, pero al presentarle los hechos, no pudo seguir fingiendo.
Admitió que había besado a Rohit, pero lo minimizó, diciendo que no significaba nada, que fue un momento de debilidad.
Pidió disculpas, pero el daño ya estaba hecho.

Le dije que necesitaba espacio, y que jamás podría verla con los mismos ojos.
Poco después terminé con Rohit.
La confianza se había roto, y la herida era demasiado profunda para sanar.
Sin embargo, mientras intentaba seguir adelante y dejar atrás esa etapa dolorosa, las acciones de Ayesha no cesaron.
Parecía convencida de que podía entrar en mi vida y quedarse con todo lo que era mío, como si no hubiera consecuencias.
No se trataba solo del beso con Rohit. Era todo lo que vino después.
Ayesha empezó a ocupar mi lugar en mis propios círculos sociales.
Se entrometía en todas las conversaciones, aparecía en todos los eventos que solía disfrutar, y lo hacía con una seguridad que me hacía sentir invisible.
Creía que podía reemplazarme por completo y apropiarse de todo por lo que yo había trabajado tanto.
Pero Ayesha no entendía que el karma siempre se encarga de restablecer el equilibrio, sobre todo cuando alguien cruza los límites.
Durante los meses siguientes me concentré en mí.
Me sumergí en el trabajo, retomé hobbies que había abandonado y me rodeé de personas que realmente me valoraban.
Mientras tanto, Ayesha continuaba con su actitud, pero empecé a notar pequeñas grietas en su fachada perfecta.
La gente empezó a hablar.
La chica encantadora y vivaz que alguna vez admiré se estaba transformando en alguien que competía constantemente, necesitaba atención y hacía sentir incómodos a los demás.
Pronto comenzaron a circular rumores: sobre sus manipulaciones en el trabajo, sobre cómo se atribuía el mérito del esfuerzo ajeno.
No pasó mucho tiempo antes de que la gente empezara a ver quién era realmente Ayesha.
Y quedó claro que sus acciones estaban volviéndose en su contra.
El golpe final llegó cuando supe que intentó meterse en la relación de mi querida amiga Neha.
Neha llevaba años con su novio, y Ayesha fingía ser su amiga, dándole consejos mientras en realidad saboteaba su relación.
Neha lo descubrió y la confrontó cara a cara.
Como con Rohit, Ayesha al principio negó todo.
Pero la verdad era demasiado evidente para seguir ocultándola.
Al final, Ayesha se quedó sola, enfrentando las consecuencias de sus actos.
Las personas que una vez la consideraron amiga se alejaron, incapaces de perdonar el daño que había causado.
A medida que los rumores crecían, su reputación cuidadosamente construida comenzó a desmoronarse.
La gente empezó a verla como realmente era: alguien que utilizaba a los demás para su propio beneficio, sin ningún remordimiento por el sufrimiento que causaba.
En cuanto a mí, supe que lo nuestro había terminado para siempre.
La dejé entrar en mi vida, le ofrecí mi confianza y la quise como a una amiga.
Pero entendí que hay personas que harán cualquier cosa por obtener lo que no les pertenece, y depende de nosotros decidir si se lo permitimos o no.
Como siempre, el karma puso cada cosa en su lugar.
Ayesha creyó que podía robarme la vida: quedarse con mi novio, mis amigos, mi lugar en el mundo.
Pero al final, fue ella quien lo perdió todo.
Y yo… salí fortalecida.
Y aunque no puedo borrar el dolor que me causó, aprendí que la mejor venganza es seguir adelante y dejar que la vida se encargue de impartir justicia.







