Un hallazgo extraño y preocupante en el Aeropuerto Internacional Logan de Boston dejó a las autoridades sorprendidas cuando se encontraron restos momificados de monos escondidos en el equipaje de un viajero, gracias al fino olfato de un perro detector de la CBP.
El incidente, ocurrido en enero de 2024 pero hecho público solo el 9 de febrero, comenzó cuando un hombre procedente de la República Democrática del Congo declaró transportar únicamente pescado seco.
Sin embargo, un oficial adiestrado con perro tuvo una percepción diferente.
Siguiendo la señal del perro, los agentes de aduanas abrieron la maleta y se toparon con una escena alarmante: casi cuatro kilos de carne silvestre, incluyendo los restos conservados y endurecidos de cuatro pequeños monos.
La carne silvestre — término usado para referirse a carne proveniente de animales salvajes como primates, antílopes, murciélagos y roedores — es considerada un manjar en algunas culturas, pero está estrictamente prohibida su importación en Estados Unidos.

La prohibición no es solo una cuestión legal, sino de seguridad pública. Esta carne puede transmitir virus letales, como el Ébola y otros patógenos zoonóticos capaces de contagiarse de animales a humanos.
Julio Caravia, director del puerto para la CBP en Boston, elogió la rápida actuación del equipo. “Las amenazas para la salud relacionadas con la carne silvestre no son teóricas,” destacó.
“Nuestros equipos caninos y especialistas agrícolas desempeñaron un papel clave para evitar un posible riesgo para la salud pública.”
Aunque el pasajero no fue acusado, al admitir que la carne era para consumo personal, las autoridades federales confiscaron el contrabando de inmediato.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), encargados de hacer cumplir las leyes sobre la importación de productos animales silvestres, ordenaron la destrucción inmediata de los restos de los monos para eliminar cualquier riesgo de transmisión de enfermedades.
El tráfico de carne silvestre puede acarrear severas multas, que pueden alcanzar hasta 250,000 dólares según la legislación estadounidense.
Este caso raro y alarmante es una advertencia seria: detrás de ciertas prácticas culturales pueden esconderse consecuencias peligrosas para la salud global, y los controles fronterizos siguen siendo una línea de defensa fundamental.







