El secreto del viejo sofá: elige tu destino

Historias familiares

Cyril tenía sólo diez años cuando se sorprendió al descubrir una caja escondida en un viejo sofá que había heredado de su abuela.

Pero la carta y los documentos legales en la caja trajeron sorpresas aún mayores y ayudaron al niño a comprender la amarga verdad sobre su familia.

Ante él había una elección que definiría su futuro.

Kirill miró el sofá, un poco dañado y sucio, que su abuela le había dejado como herencia. Se estremeció cuando los trabajadores bajaron ruidosamente el sofá al suelo.

Tras apartar la nube de polvo, el niño se acercó para comprobar si el sofá estaba dañado.

«Extrañaré a mi abuela», dijo Kiril en voz baja, pasando los dedos sobre la mancha oscura que dejó cuando una vez derramó el jugo.

La abuela no estaba enojada entonces, estaba más preocupada por si le derramaría más jugo encima que por los muebles dañados.

–¿Por qué te lamentas por esa vieja que te dejó esta basura? – el padre meneó la cabeza y pateó la esquina del sofá.

– Esto no es basura, papá. Estos son recuerdos de mi abuela. Cuando crezca, podré ganar dinero, pero no podré crear nuevos recuerdos con ella.

El padre torció los labios en una sonrisa burlona y entrecerró los ojos.

– Ella no ha causado más que problemas desde que murió tu madre. ¿Olvidaste cómo ella solicitó asistencia social para mí? ¿Cómo te dio esta familia?

Cyril inclinó la cabeza.

–Esta gente no es tan mala. Me dejaron venir unos días para mi abuela y su funeral. No quiero volver…quiero vivir contigo

«Estaremos bien, hijo», dijo su padre, pasándose los dedos por el pelo. – Haré todo lo posible para conservarte para siempre, una vez que tu molesta abuela deje de jugar con las reglas. Volveremos a ser una familia.

Kirill sonrió, sintiéndose aliviado. Quiso abrazar a su padre, pero éste ya le había dado la espalda, sacó una bebida de la nevera, se sentó en el sillón y encendió el televisor.

Kirill suspiró. Extrañaba a su padre, pero nunca fue tan cálido y amable como su madre.

De repente, Kirill sintió algo duro debajo del asiento del sofá. Saltó y recogió la almohada. Había algo cosido debajo de la tela.

— ¡Hay algo ahí! – gritó, pero su padre ni siquiera parpadeó.

Cyril trajo unas tijeras y cortó las costuras con cuidado. Debajo de la tela había una caja con la inscripción:

— Para Cirilo.

Kirill sonrió con tristeza cuando reconoció la carta de su abuela. Cortó cuidadosamente la cinta y se sentó en el sofá para examinar el contenido de la caja. Dentro encontró un sobre sellado, que apartó, y varias hojas dobladas con documentos legales.

Entonces su mirada se posó en la carta de su abuela.

Querido Kirill, lamento haberte obligado a tomar una decisión tan importante a tan temprana edad, pero tu bienestar y tu futuro dependen de tu sabiduría. Debes saber que tu padre vino solo por la herencia.

«Te lo explicaré todo y luego podrás decidir si merece tu amor».

Kirill se estremeció. Miró por encima del hombro para ver si su padre todavía estaba absorto en la televisión y continuó leyendo.

La abuela Lydia tenía dificultades para subir las escaleras del apartamento de su yerno. Cada paso era cansador, pero tenía que visitar a su nieto.

Un mensaje de una amiga de su hija fallecida, que vivía en este edificio, alarmó a Kiril.

Después de varios minutos de golpes persistentes, la puerta se abrió de repente. Un hombre con ojeras bajo los ojos estaba parado en la puerta, tambaleándose por el cansancio.

– Lydia… ¿qué haces aquí? – murmuró Yuri con voz ronca.

La abuela casi se atragantó con el olor a alcohol que emanaba de él.

– Vine a ver a Kirill. ¿Dónde está?

– Eh… – Yuri se frotó la barbilla, claramente confundido. –¿Qué día es hoy?

— Martes. – Lydia entró al apartamento y se quedó horrorizada al ver montones de ropa sucia, botellas vacías y recipientes de plástico con restos de comida. – ¿Cómo te las arreglas sin Olya?

Yuri murmuró algo ininteligible y caminó hacia el refrigerador. Sacó un paquete de salami, dejó la puerta del refrigerador abierta y comenzó a preparar un sándwich.

– ¿De verdad le estás dando esto a Kiril? – Lydia señaló los estantes llenos de productos ultraprocesados.

– ¿Qué hay de malo en eso? – Yuri sacó una caja de comidas preparadas. – Aquí, pasta con queso. Tiene productos lácteos y carbohidratos. Es bueno para un niño en crecimiento.

Lydia se encogió de hombros. Ella nunca había entendido lo que su hija veía en ese hombre, pero ahora no era momento para arrepentirse.

– Yuri, el niño necesita frutas frescas, verduras, carne real y cereales. ¡Le envío dinero cada mes para que tenga todo lo que necesita! Y ahora oigo que lleva ropa rota y está sucio. ¿Qué está pasando en esta casa?

Yuri bostezó.

– La ropa rota es signo de una vida saludable. Esa Tatiana parlanchina de la puerta de al lado debe haberlo inventado todo. No la escuches, Lydia. Sé cómo criar a un hijo.

– Sí, eso se nota en la cantidad de botellas vacías alrededor de tu silla y en este caos. ¿Cuando fue la última vez que lavaste la ropa? Y… – miró a su alrededor, notando la falta de pertenencias… – ¿dónde están los juguetes y el equipo deportivo de Kiril?

– Empezó con la electricidad

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